- Cada vez son más las personas en riesgo de exclusión
social que acuden a los comedores sociales para poder llevarse algo a la
boca
- El comedor de la Parroquia de Ntra. Sra. Del Carmen
acoge cada día a 150 usuarios que hacen de este comedor uno de los más
transitados de Zaragoza
Por Jorge Roy Martínez
Inmigración,
graves problemas sociales, adicciones y sobre todo la falta de trabajo son
algunas de las razones por las que los comedores sociales están sufriendo un
aumento de demanda en los últimos tiempos. Los usuarios que acuden a los
comedores sociales no son solo personas excluidas de la sociedad. También
existe un gran porcentaje que cuenta con vivienda propia pero, debido a
problemas económicos, necesita de los comedores para poder alimentarse.
Actualmente,
Zaragoza cuenta con 3 comedores sociales, el del albergue municipal más otros 2
comedores pertenecientes a entidades privadas, siendo todos ellos de entrada
gratuita. Uno de los lugares que realiza esta importante labor social de acoger
a la gente sin recursos es el comedor de la Parroquia de Ntra. Sra. Del Carmen.
En este comedor se dan cita cada jornada 150 comensales que, con la ayuda de
los voluntarios y gracias a las donaciones hechas por personas anónimas a la
entidad, consiguen comer cada jornada.
Sin embargo, el
trabajo de la Parroquia de Ntra. Sra. Del Carmen no se limita solo a ofrecer
alimento o dar cobijo a quien lo demande, sino que también realiza una
importante labor social al tratar a los usuarios de manera individual para
conocer de primera mano sus necesidades reales y así poder mejorar su calidad
de vida. Para ello, el centro cuenta con una trabajadora social con la que los
usuarios mantienen una entrevista previa y que realiza un seguimiento de la
situación personal que vive cada una de las personas que acuden al comedor.
Como comentan desde la parroquia, estos encuentros se hacen siempre “desde la
empatía y la escucha directa”.
Además del
importante trabajo que lleva a cabo la trabajadora social, también tienen mucha
importancia en el comedor los voluntarios. Gente que sin esperar nada a cambio
se convierte en una de las patas fundamentales que sostienen la acción social
de este comedor. Gracias a ellos los usuarios tienen cada día en la mesa una
comida caliente que llevarse a la boca. En el año 2010 las cocineras
voluntarias repartieron más de 50.000 comidas a los usuarios, aumentando en 6.000 las comidas repartidas el
año anterior. “Esto lo hacemos porque nos llena de satisfacción poder ayudar a
la gente que más lo necesita. No esperamos nada a cambio, si acaso, un poco de
cariño” destaca una de las cocineras del voluntariado.
Otro de los
apoyos fundamentales del comedor son las ayudas económicas. En este aspecto, el
comedor social recibe subvenciones públicas de la Diputación General de Aragón
(DGA) desde el Departamento de Servicios Sociales y Familia. Además, otras
empresas y entidades privadas, así como donaciones periódicas o esporádicas de
personas anónimas, se convierten en el principal sustento económico para el
centro social.
El usuario tipo que acude al comedor
“Han aumentado
los usuarios extranjeros, reflejo de que nuestra sociedad está cambiando y de que
la población más vulnerable es la población extranjera” destaca la trabajadora
social de la Parroquia de Ntra. Sra. Del Carmen, Mº Dolores Solano Bafaluy. Y
es que los ciudadanos extranjeros suponen el 72% del total de usuarios que
acuden al comedor, siendo los de nacionalidad africana el colectivo
mayoritario.
Además de ese
mayor porcentaje de personas extranjeras el usuario tipo que acude al comedor
es un hombre soltero, con una edad comprendida entre los 29 y los 38 años, es
decir, por lo general personas jóvenes en edad de trabajar pero con graves
problemas de acceso al mundo laboral debido tanto a la falta de formación como
a la falta de habilidades, sobre todo en el caso de los ciudadanos extranjeros.
Una jornada en el comedor
El turno de
comidas en el comedor comienza a las 13:30 horas. A partir de esa hora empiezan
a entrar los usuarios a comer, sin embargo, la jornada para los voluntarios
empieza mucho antes. Ellos deben de preparar las mesas y, sobre todo, cocinar
la comida. Para ello, las cocineras voluntarias cuentan con una gran cámara
frigorífica donde guardan los alimentos que han sido donados por el banco de
alimentos.
Preparada la
comida de la jornada se coloca en bandejas para agilizar el tiempo de recogida por
parte de los usuarios. De esta manera se permite la entrada a mayor número de
personas.
Todas las
personas que quieren entrar a comer esperan en el exterior hasta que uno de los
voluntarios comienza a comprobar las credenciales que permiten a cada usuario
su entrada o no en el comedor. Para los que es la primera vez que acuden al
comedor no es necesario enseñar ninguna credencial, sin embargo, a fin de
regular la entrada de usuarios deben realizar una entrevista posterior con la
trabajadora social que selecciona a los usuarios y les otorga una tarjeta que
se renueva cada 15 días. Durante el último año el comedor ofreció 4.256 comidas
a usuarios sin tarjeta frente a las 46.571 que se ofrecieron a personas con
tarjeta.
Finalizada la
comida, los voluntarios y también alguno de los usuarios limpian y recogen el
comedor. De esta manera el trabajo realizado por voluntarios y las ayudas de
los usuarios permiten al comedor seguir funcionando y ofreciendo comidas día
tras día.
Cuando todo ha
quedado recogido, los usuarios marchan para su casa. Los que no tienen vivienda
donde dormir se marchan a ganarse la vida pidiendo por las calles. Otros como
Héctor Rodrigo Rivera, simplemente salen a descansar a las escaleras de la
parroquia. “Después de comer salgo a las escaleras porque a esa hora hay mucho
sol y así charlo con otros”, afirma Héctor Rodrigo.
Historias personales
Junto a Héctor
se encuentra José Peña. “Profesor Peña para los amigos”. Peña es un ciudadano
peruano de 53 años que llegó a España dejando en su Perú natal a una hija. Allí
había estudiado Historia y ejercía como profesor. “Aquí lo único que hago es
vender figuritas por la calle” comenta. “Tengo casa pero no puedo pagar la luz
y la calefacción por eso vengo al comedor. Algunas veces me gusta dormir en la
calle porque Zaragoza no es peligrosa”.
En peor
situación se encuentra Antonio, un ciudadano lituano de 29 años que habla
español, ruso, polaco, portugués e inglés, además de su lengua materna, el
lituano. No tiene vivienda dónde dormir y, además de acudir al comedor, también
participa en el programa de rehabilitación de alcohol, que le ayuda a salir de
su adición. “Empecé a beber sin parar todos los días desde que mataron a mi
padre”, confirma. Antonio llegó a España de la mano de su padre con la
intención de trabajar, sin embargo la muerte de su progenitor le marcó en su
vida y ahora se encuentra sin trabajo y sin un lugar donde vivir. “Desde que
mataron a mi padre he dormido cerca de la estación de autobuses, en parques, en
la Plaza del Pilar y en invierno en los cajeros. No tengo nada y tengo que
pedir dinero para comer”
Y es que el
comedor aglutina todo tipo de historias y de vidas. Antonio, Daniel, Héctor
Rodrigo, el profesor Peña… son solo algunos de los usuarios que día tras día
acuden al comedor para poder sobrevivir. Gracias a la labor social de comedores
como el de la parroquia de Ntra. Sra. Del Carmen las personas en riesgo de
exclusión social se encuentran arropadas y sienten que pueden ser útiles para
la sociedad. Además, las donaciones hechas por personas anónimas y el trabajo
desinteresado de todos los voluntarios demuestran que una sociedad solidaria es
posible. Como dijo el poeta francés Baudelaire: “En un acto social, cada uno
disfruta de los demás”. ×
--FOTORREPORTAJE--
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El comedor. En el comedor social de la Parroquia de Nuestra
Señora del Carmen todo está
preparado para que los usuarios puedan comer
una jornada más. / J. Roy |
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Queda poco para llegar. José Antonio acude puntual a su cita diaria en el
comedor, donde come y charla con el resto de usuarios./ J. Roy
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Preparación de la comida. Mientras los usuarios llegan al comedor, las
cocineras voluntarias se encuentran en la cocina cocinando la comida que se
ofrecerá esa jornada. / J. Roy
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Comida lista para los usuarios. Se acerca la hora de entrada al comedor y las
cocineras preparan el menú del día en bandejas para agilizar el reparto de
comidas a los usuarios. / J. Roy
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Validación de credenciales. Los primeros usuarios que llegan al comedor enseñan
las credenciales que les permiten entrar a comer. Los voluntarios validan las
credenciales. / J. Roy
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Bajada hacia el comedor. Después de haber validado sus credenciales, los
primeros usuarios bajan hacia el comedor. La escalera supone el paso del frío
ambiente zaragozano hacia un ambiente mucho más cálido y cercano. / J. Roy
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Fila para comer. Las bandejas dispuestas por las cocineras son
repartidas a los usuarios que, posteriormente, se sentarán a la mesa. / J. Roy
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Comedor lleno. Cada vez llegan más usuarios al comedor y el espacio
libre queda ocupado. Durante la comida hay tiempo para hablar y reír. Incluso
algunos guardan algo de comida para llevar. / J. Roy
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Armonía entre usuarios. El comedor acoge a personas de todo tipo de culturas,
nacionalidades y condición social. Todos ellos conviven en armonía. / J. Roy
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Prototipo de usuario. El usuario tipo que acude al comedor es un hombre
soltero de 29 a
38 años, sin trabajo y procedente de Europa, América o África. / J. Roy
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Pocas oportunidades. Para Daniel su visita al comedor social es la única
oportunidad que tiene para llevarse algo a la boca. Su vida está en la calle y
el comedor se convierte en algo fundamental para él. / J. Roy
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Todos ayudan. Después de la comida varios de los usuarios ayudan a
los voluntarios a limpiar y recoger el comedor para que todo esté listo para el
día siguiente. / J. Roy
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Descanso. Cuando terminan de comer los usuarios se sientan al
calor del sol en las escaleras exteriores de la Parroquia. Para Héctor Rodrigo
esto supone un descanso antes de emprender su rutina diaria. / J. Roy
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Último escalón. Después de una jornada más en el comedor, José Antonio
se marcha con la tripa llena y con ganas de volver otro día y pasar un buen
rato. / J. Roy
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Hasta pronto. Uno de los últimos usuarios sube las escaleras que
lo llevan a su verdadera realidad, la calle. El ambiente cálido del comedor es
ya pasado. / J. Roy
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